
—¿Tú corazón?, pero... ¿Acaso sabes de qué estás hablando? —preguntó él.
—Claro mi vida. Te quiero. —respondió ella.
—¡Joder!, ¡Que asco! Un corazón no es más que una puta víscera sanguinolenta. —aclaró él.
—“Jamás debí enamorarme de un cardiólogo” —pensó ella.
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